A mis alumnos, intento hacerles ver la creatividad que se despierta con una simple edición de sonido. Muchas veces me habréis escuchado o leído, que la composición no sólo se concibe desde cero. Son muchos los compositores que empleaban melodías y temas musicales «prestados» para sus grandes composiciones y no por ello las menospreciamos.
En mi caso, considero que la experiencia compositiva como tal, no debe privarse a nadie, por muy pocos conocimientos musicales que tenga. Para ser compositor no hace falta estudiar 10 años en un conservatorio, al igual que para pintar un cuadro, no hacen falta años de estudio en academias, escuelas o facultades de Bellas Artes.
Que nadie me malinterprete. Mi planteamiento no está reñido con el talento natural de cada persona, ni con la formación recibida a lo largo de los años. Es más bien, mi lucha por hacer sentir a mis alumnos su potencial creativo con el material básico de la música: el sonido. Algo así como lo que intentaron los pioneros de la música electrónica o la música concreta a comienzos del siglo XX, pero de una manera muy modesta.
Como ejemplo de esta experimentación, podemos conseguir contar historias sólo con sonidos a modo de «poemas sinfónicos» o «piezas futuristas», modificar y experimentar con frecuencias y efectos sonoros hasta conseguir hacer melodías con el maullido de un gato o el mugido de una vaca y un largo etcétera, que hacen de la remezcla de sonidos existentes y de su modificación, un nuevo producto compositivo con una cierta calidad estética y sonora.
O una broma!!
San Bernardino, famoso humorista de las mañanas de los 40 Principales, emplea la edición de sonido para hacer de las suyas. Escuchar. Seguro que se os ocurren mil maneras creativas de usar la edición de sonido.
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