F(E)CUNDO CABRAL, por Santi Ortiz

Si en el sur de su vida sólo tuvo la calle por casa y paridero; si estrenó su retina con la tremenda imagen de su madre rebuscando basuras que llevarse a la boca; si con ocho almanaques abandonó el cobijo del techo que habitaba para lanzarse al mundo en pos de la metrópoli a ver al Presidente, porque en su tierno tímpano había creído oír que Perón y Evita daban trabajo a los necesitados; si remontó caminos y parajes y llegó a Buenos Aires, y a la Casa Rosada, y burló guardias y vallas hasta conseguir verlos, y platicar con ellos, y conseguir un trabajo para su pobre madre, y llevarse de la Primera Dama una camiseta de Boca a guisa de regalo, y un recuerdo agradecido hacia tan gran señora que le duraría toda la vida; si aprendió a sobrevivir en el libro de la violencia, y supo de la adolescencia entre barrotes, y de beberse la pobreza a sorbos; si comprendió que en un mundo redondo no tenía sentido andar hacia delante; si descubrió otro mundo, otra existencia, otros seres, otra magia, encerrados en los libros, en la poesía, en la filosofía, en la literatura, si se sintió feliz cantando y contando la vida, si se remontó águila por amor al gusano, si encontró la mujer y los hijos, y la envidiosa vida se los arrebató de la forma más trágica, si a los cuarenta y seis años conoció a su padre, y todo esto no logró más que aumentar su mensaje de paz y su sabiduría, quién iba a decirle que el norte de su existencia tendría un final de plomo: un cuerpo acribillado con dieciséis salidas para que la vida escapara más rápido.

Facundo Cabral, cantor fecundo, filósofo de estrellas y suburbios, bruñidor de verdades eternas, dijo una vez que “lo que le pasa a uno, le está sucediendo al mundo”, una verdad que su trágica muerte corrobora, porque al mundo lo están asesinando como lo asesinaron a él, con impunidad y alevosía.

De su persona, los sicarios nos han arrebatado su voz clara de soles, pero no su mensaje de humanidad transido. Y seguiremos asintiendo cuando le recordemos afirmando que lo importante no es el precio, sino el valor de las cosas, y que hay que huir del halago, para no ser como el caballo, que primero se acaricia para luego montarlo. También uniremos nuestro desprecio al suyo por toda esa gente que se empeña en ganar más de lo que sabe contar. Y sobre todo, por encima de las fronteras de la mezquindad, de los ghettos artificiales, de toda parcelación de lo humano, sentiremos la caricia virginal de la libertad que él transmitía recomendando no atarnos jamás a este sitio o aquel y llevando por único color de identidad, como él acostumbraba, el derecho más inalienable que posee el ser humano: ser feliz.

Santi Ortiz

Santiago Ortiz Trixac (15 Posts)

Santiago Ortiz Trixac es Licenciado en Ciencias Físicas, matador de toros y escritor taurino con magníficos artículos, colaboraciones en varias revistas y numerosos libros. Actualmente reside en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, donde imparte clases en un centro de enseñanza.