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Preguntándole al mar por Santi Ortiz

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Preguntándole al mar – Santi Ortiz

A mi amigo Virgilio,

en cuya memoria vive todavía

aquel viejo barquero del Tinto,

que murió ahogado una noche

tras caer al agua, después

de haber ahogado sus penas

con aguardiente del Alosno.

Sentado frente al mar, me sobrecoge su eterna pregunta, su enigma indescifrable, su insondable misterio, las respuestas que oculta bajo su superficie… ¿No te cansas, mar, de estar siempre moviéndote? ¿Cómo metes tu voz infatigable en una caracola? ¿Qué idilio, ora tranquilo, ora tempestuoso, mantienes con los vientos? ¿Te quedan aún sirenas para hechizar al hombre que se adentra en tu seno? ¿Por qué embraveces, mar, y te amontañas y te tornas terrible y descargas tu furia en los intrusos? ¿Acaso, a veces, clausuras tus fronteras, mar, para que sólo naveguen en tus tremendas aguas los espectros de los que en ti murieron? ¿Qué paz o desencuentros mantienes con las costas? ¿Por qué a las playas ofreces tu presente de espumas cristalinas y a las rocas escupes, con terne violencia, tu fanfarronería? ¿Te sientes irritada con los hombres que bautizaron ‘Tierra’ a este planeta donde es tu agua lo que más abunda? ¿Te desquicia que las embarcaciones te surquen la piel sin tu permiso?…

Yo sé, mar, que, a veces, llegas a puerto pidiendo explicaciones, azotando con tu queja de olas todo ese desamparo que impregna de tristeza el paisaje porteño, con sus penas manchadas de brea y de salitre, con sus muelles húmedos de espera y fatalismo, y sus luces vencidas, pobres y macilentas. Allí, los lobos de la mar y los corderos se comportan como si te olvidaran, pero es mentira, mar: sólo buscan descansar un poquito de ti, reponer fuerzas para volver a afrontar la dureza del reto que impones a la marinería. Y dan a fondear en burdeles, tabancos, tabernuchos, tascas y mancebías, y a comprarse caricias de suripantas, coimas y rabizas. Y queman su dinero como si fuera yesca, y se emborrachan de tierra, de mujeres, de ausencias y de melancolía, y buscan compensar el desequilibrio de un suelo firme, extraño, sin ningún balanceo, llenándose hasta el alma de ron, güisqui o ginebra. Aguardiente y milonga, tatuajes de silencios grabando sus recuerdos, el marinero quiere ver el espejo de su íntima tragedia en la letra de un tango o una copla maleva. Cuántas veces, en el hondón furtivo de una esquina desierta, una lágrima mezcla de alcohol y de salitre ha surcado el cuero reseco de sus rostros adustos, al sonido del fuelle cascado y entrañable de un viejo acordeón… ¿Qué dejas en tus hombres, mar, que nunca más te olvidan?

¿Es cierto, mar, que tus gaviotas aprenden su lenguaje en tu libro de agua? ¿Hay ojos en tu espuma? ¿Sueñas con ser un pez, al medio día, cuando el sol te reviste con escamas de plata? ¿Sientes la alegría del reencuentro, cuando te moja el agua de la lluvia? En las noches sin luna, ¿trepas, como dicen, por las jarcias del cielo para llevarle sal a las estrellas? ¿Por qué tus escolleras, mar, tus arrecifes, tus sargazos y barras traicioneras? ¿Por qué todas tus trampas? ¿A qué submundo de muerte y de tinieblas conducen tus voraces torbellinos? Cuando te enfadas, mar, y te despeinas, y te vuelves oscuro, torvo, fiero, y te alzas como una cordillera espeluznante y te abres mostrando los abismos de tus negras entrañas, y descargas tus olas a empujones de ira y de tormentas, ¡qué miedo das, mar, qué pánico produces! ¿Te sientes vencedor en los naufragios? ¿Te gusta, mar, alimentar leyendas? ¿Qué guardas, mar, detrás del horizonte? ¿Eres consciente de toda la corriente literaria a que has dado lugar? ¿Has leído ‘Moby Dick’? ¿Recuerdas al ballenero ‘Pequod’? ¿Conoces al capitán Ahab? ¿Provocaste queriendo el falso hundimiento del viejo vapor ‘Patna’ para que Lord Jim pasase el resto de su vida obsesionado en vencer con valor aquella cobardía? ¿Por qué fomentas las ansias de aventura en los hombres que, luego, maldices con tu odio turbulento? ¿No comprendes, mar, que nunca encontrarán otro amor como tú? ¿que sin ti no son nada: sólo unos exiliados, unos incomprendidos, unos desnortados, sin rosa de los vientos, en medio de la tierra?… No tienes corazón, mar, pero cuando te aquietas, y estás en calma, y dejas que el rumor de tus canciones acaricie el oído, ¡qué paz inspiras, mar, qué paz inspiras! Eres entonces, mar, como una eternidad azul verdosa, que contrasta con el triunfo de la fugacidad, de lo momentáneo que pregona tu incesante fluir, tu cambiante apariencia, tu mudable carácter.

A tu eterna pregunta me remito, mar, mientras me hago las mías bajo el rumor de fondo, inabarcable, inaprensible, eterno, de tu masa oceánica salpicada de espumas, enigmas y sibilas.

Santi Ortiz

Música: IVANN – Contemplación del Mar.  «Esfera de luna» (Jamendo)

Santiago Ortiz Trixac (15 Posts)

Santiago Ortiz Trixac es Licenciado en Ciencias Físicas, matador de toros y escritor taurino con magníficos artículos, colaboraciones en varias revistas y numerosos libros. Actualmente reside en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, donde imparte clases en un centro de enseñanza.


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